sábado, 15 de marzo de 2014

ANGEL BOSIO, 'LA MARAVILLA ELASTICA'

El arquero Angel Bosio se incorporó a Talleres con 22 años de edad en 1927, cuando aún el fútbol era amateur, y prolongó su actuación en el ‘rojiblanco’ en los albores del profesionalismo.
Debutó en la Selección Nacional en la Copa Newton disputada en Uruguay en 1927. También integró el equipo argentino en los Campeonatos Sudamercianos de 1927 y 1929, en los Juegos Olímpicos de 1928 y en el Mundial de 1930.
En 1933 River Plate se interesó por sus servicios y abonó por el pase una suma superior a los $ 30.000 de aquella época. Jugó tres años en equipo de Núñez, retornó a Talleres en 1937 y un año más tarde abandonó la actividad.
Quienes presenciaron sus atajadas sostienen que tenía una prestancia y una agilidad fuera de lo común, lo que le valió el mote de “La Maravilla Elástica”.
El Maestro del Periodismo, Ulises Marcelo Méndez, lo vió jugar en su amado Club Atlético Talleres y reflejó su ausencia en las canchas en un trabajo titulado EL ARCO VACIO que a continuación transcribimos:
 
“Mis nueve años de chiquilín asombrado apretaban su rostro contra el alambrado, detrás de aquel arco en la cancha de Talleres, que se me había convertido en el rincón sagrado de mi permanencia casi religiosa, donde con profundo recogimiento seguía con no disimulada devoción de fanático creyente, el espectáculo maravilloso de la plástica del fútbol hecho arte que, con movimiento de ballet y gracia de cisne, un hombre transformado en pájaro, con la armonía de sus sincronizados movimientos, en la contorsión imposible, sobrepasando el esfuerzo normal de un arquero, en la dimensión del salto sobrehumano, trazaba, cual bisectriz humana, ángulo de todos los grados, en el vuelo acrobático que efectuaba bajo el trapecio de su arco. Así era Angel Bosio. Como su nombre lo señalaba: un ángel de muchos cielos del mundo. Le llamaban “La Maravilla Elástica”. Lo era indiscutiblemente. Elegante. De paso casi felino. Fotogénico. Entraba a la cancha, y tras ajustarse la clásica gorra, se llegaba hasta el arco y comenzaba la ceremonia de un ritual, sinónimo de cábala, que repetía a cada jornada: con la mano en alto medía un poste en el ángulo con el travesaño. Luego, con paso elástico, como hamacándose, se llegaba hasta el otro y realizaba la misma maniobra. Luego comenzaba el espectáculo de Bosio. Hoy se diría “el show de «La Maravilla Elástica»”. Bajo los tres palos, desde un trampolín invisible, volaba de un palo a otro. Y allí, ante el disparo a quemarropa, en un salto imposible, cuando el balón parecía inalcanzable. Angel Bosio, volatinero del fútbol. Espectacular, insólito, formidable, sorprendente. Buscando la bisectriz del ángulo imaginario, atrapaba el balón, con destino de red, en el vacío del arco. Volando... volando... y con mucho arte. Rebasando lo humano, bajaba con la gracia de un gorrión en un vuelo sin fin, con el esférico aferrado definitivamente en sus manos como una ofrenda testimonial de su fútbol hecho plástica en favor de una multitud que en el delirio frenético de sus gargantas, escribían en el aire el ¡oh! de la admiración sin medida, sólo redondeada en un nombre: ¡ÁNGEL BOSIO! Con la prodigalidad de una estética futbolística que podía incursionar en el arte, se transformó en un genio del arco con sus planteos de hombre volatín que, como un ícaro, de pronto cobrara alas en la jugada palpitante del gol que quebraba con su salto etéreo. Así, casi inmaterial. Deshumanizando su presencia, en la técnica perfecta de su plácida armonía, significaba un espectáculo aparte dentro del mismo espectáculo. Símbolo de un fútbol puro, fue un grande del deporte. Un monstruo sagrado. El arquero obligado de todos los seleccionados. Problema de los ágiles uruguayos. En Amsterdam, en aquellas dos finales inolvidables con los orientales, Ángel Bosio se consagró definitivamente. En Talleres cumplió tarde de gloria. Luego pasó a River, constituyéndose en una transferencia sensacional. Retornó a Talleres, donde terminó su carrera y entró en la historia grande del fútol. Con letras de oro. Sólo reservado para los grandes.El chiquillín aquél, hoy, más asombrado que nunca. Con la madurez de sus años. Sin alambres de por medio. Sin arcos, sin redes. Está detrás, esta vez, de un vacío profundo... Un abismo abierto de tierra húmeda... En su mano aprieta con dolor, mezclada con rabia, un puñado de esa tierra, que llora desde el lagrimal de la ausencia al ídolo caído, su mortandad de despojos que reciba en la íntima desolación, al caer la ofrenda que se desparrama sobre la madera lustrosa. Bandeado de dolor... Embrionado de miedos... Con imágenes de recuerdos de muchas tardes felices con gritos de multitud de canchas de un ayer que fue masticando en la garganta la intención del llanto... Es que Angel Bosio, “La Maravilla Elástica”, en el arco vacío del abismo, planea definitivamente en un abrazo con la tierra en que se funde su personalidad burilada en cada grito, en cada atajada, en cada vuelo, su salto final a la nada".

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